Sin entender. Sólo viendo símbolos cruzados sobre el papel, incapaz de interpretar, me encontré con la artista japonesa Kasei Yamamoto. Inesperado encuentro. Ella, en el suelo. Yo de pie. Ella, pintando símbolos, trazos líneas con toda la fuerza interior que era capaz de mostrar. Yo, sin encontrar mi posición, lejos de alcanzar cada movimiento tenue pero eficaz.
Como observadores de excepción, un pequeño grupo de amantes de la cultura nipona, estudiosos de la lengua japonesa, entendidos... Una pequeña sala como todo abrigo y en sus paredes: 50 muestras del arte de esta minúscula mujer, de edad imprecisa: ni importa, ni determina; de gestos cortos y seguros. Yamamoto sacudía sus brazos vertiginosamente, su cuerpo entero para traer al presente milenios de historia de la caligrafía japonesa. 'Kanji', creadores de palabras, sobre el papel, en el aire. Parecía sencillo, natural pero se la veía exhausta en cada nuevo intento.
Tímida y feliz completó una performance a destiempo, desprogramada que nos dejó fuera de lugar. Cándida y prolífica. Y al final sólo es escribir. Sostenerse sobre el papel: una idea, un deseo, un pensamiento. Escribir. Y escuchar el sonido del pincel en este caso -de un lápiz en el nuestro-. Yamamoto en movimiento. Y absurda como un trazo mal dado, quedé expuesta por siempre en la imagen final. Rodeada de símbolos indescifrables aún.
"Nunca se puede escribir lo mismo otra vez, ni modificarse. 'Caligrafía' es un arte extremadamente momentáneo. Por eso el alma se queda plasmada, difuminándose a través del espacio en blanco. Ese es el encanto irresistible de la caligrafía". Kaisei Yamamoto.
Fotos: Beatriz Rodríguez. Exposicion de Caligrafía Japonesa de Kaisei Yamamoto. Galería Aragón 262.