La primera vez que vi a Aurora Vilaboa me quedé estupefacta: fantástica, estilosa, con temperamento y un gusto increíble... Fue en el H&M de Paseo de Gracia. Yo iba con Leticia Medina (redactora de Franquicias y Negocios) y ella, con bolsas. Ambas nos quedamos prendadas del mismo vestido. Aurora nos animó a llevárnoslo y yo me animé a conocerla. Transcurrió exactamente una hora hasta que nos volvimos a encontrar ¿Casualidad? Fue en el Hotel Majestic, durante la exposición de Jóvenes Diseñadores dentro del 'Shopping Night Barcelona'. Aurora -Dori- acompañaba a su novio, el diseñador Gonzalo Cutrina y yo me volví a quedar prendada de los espectaculares collares que este creador catalán obtiene con sus ilustraciones. Resultado: un collar nuevo de la colección 'Extinct' para mi armario y una petición de entrevista que concretamos un mes después, gracias a Dori y la que acudí con mi amiga Nuria Cerdà, diseñadora e ilustradora a su vez.
Gonzalo Cutrina durante la entrevista.
LaOjeadoraLúcida.- ¡Me encantan tus accesorios!
Gonzalo Cutrina.- ¡Gracias! Es una alegría cuando ves que lo que haces gusta y que se entiende. LOL.- Son originales, divertidos, llenos de color...
C.C.- Digamos que se escapan de la norma. Estamos cansados de ver la misma ropa, los mismos colores, los mismos estilos cuando sales a la calla hay que romper. LOL.- ¿Y cómo se te ocurren estas creaciones?
Aurora Vilaboa.- Elige un tema y lo desarrollamos. Yo le echo una mano en todo lo que se refiere a patrones, los materiales....
G.C.- Y yo consigo que las ilustraciones encajen en el soporte adecuado en este último caso: accesorios.
Gonzalo Cutrina no es amigo de la homogeneidad: ama la transformación, la creación, la gestación de una obra a raíz de una idea leve pero enraizada que crece y le crece e inicia su maduración expuesta para el disfrute de los que amamos lo genuino, lo auténtico. Constante en la búsqueda de inspiración en su trabajo, a Gonzalo y Aurora se les nota el talento. Yo, por si acaso, a mi primer collar 'Armadillo' le incorporé un hermanito: 'Dino'... Y luego me pasé por un outlet on-line para conseguir dos camisetas de su colección 'Some Mysteries'. 'We are Observing you?', 'Egypt' o 'Extinct'... Podríamos escribir muchas palabras para hablar de las colecciones de Gonzalo Cutrina pero lo mejor es llevarlo puesto y ¡Escuchar lo que dicen otros!
Nuria Cerdà con los pendientes de la última colección diseñada por Gonzalo Cutrina para Poti Poti.
Nur con otra pieza exclusiva de Gonzalo, ésta pertenece a la colección de GC para El Delgado Buil
LaOjeadoraLúcida.- Explícame porque no lo entiendo: ¿La gente le hace fotos a sus animales?
Santos Román.- Fotos, no. Retratos.
LOL.- ¿Hay diferencia?
S.R.- La hay -sonríe cómplice Santos mientras sostiene su cámara en las manos- y sí, las hacen. En las ferias caninas y las exposiciones es donde puedes encontrar muchas personas encantadas de tener un retrato de su mascota... LOL.- ¿Y cómo se convierte uno en fotógrafo de animales?
S.R.- Un día encuentras el camino... Mi trabajo es más fácil ahora que si me dedicara al mundo de la moda, por poner un ejemplo. Es mucho más íntimo y si te preguntas si es difícil... No. Es mucho más sencillo. Trabajo sin presión y ¡Son más naturales! LOL.- Un camino propio
S.R.- Me gusta. Cuánto más me adentro, más descubro, más me interesa expresar las relaciones animal-dueño, todas sus posibilidades. Disfruto con ello y quiero seguir experimentando.
Santos Román (Oviedo, 1983) es fotógrafo y retratista de animales. Este psicólogo de profesión encontró en la fotografía de mascotas una salida a su creatividad; una forma de hacer de su vocación su trabajo con un enfoque original y en un campo, cuanto menos, poco explotado. "Comencé asistiendo a las exposiciones caninas. Allí encontré muchos clientes, dueños de mascotas que deseaban tener un retrato de sus animales", afirma Santos. Canes; esos fueron los primeros protagonistas de sus imágenes. Con ellos dió sus primeros pasos: pruebas, exposiciones, concursos... Santos empezó a compaginar sus proyectos con su participación en concursos caninos donde comenzó a estudiar a sus protagonistas, cómo sacar las imágenes más impactantes."Llevaba cinco años como fotógrafo y hasta que me decidí por una línea me costó. Una vez focalizado todo ha ido más rápido: participé en una colaboración con el ACPRA, -la Asociación de Cría del Poni de Raza Asturcón- y ya he hecho dos exposiciones 'Tengo pluma', donde las aves han adquirido todo el protagonismo y 'Objetos de Colección".
Un año como retratista de animales y en ese tiempo no ha parado: exposiciones colectivas en Barcelona, Madrid, Alicante y Nueva York entre otras capitales y sus proyectos entre los que destaca su DOGSWEEK: jornadas donde las mascotas son las protagonistas, participando en un original 'book' de fotos en los entornos más curiosos que se puedan imaginar. "Es una forma de que tu perro se convierta en un gran modelo, con unas fotos únicas en un estudio portátil que he creado yo mismo y que colocamos en lugares especiales: garaje, tienda, piso, casa de campo, trastienda...
Fotos de autor con actores muy peculiares con las que Santos busca llamar la atencióndesde el punto de vista psicólogico sobre el mundo de las mascotas, "lo que transmite el animal y el dueño. Me gusta captar como nos relacionamos con los animales".
Sus series de caballos, perros, murciélagos y aves son sólo el comienzo. Ahora toca seguir creciendo: los caballos salvajes de Islandia están entre sus proyectos "y estoy pensando también en una serie sobre cetrería. Necesito experimentar y este terreno me permite trabajar sobre la relación 'hombre - animal'". Tiene talento y constancia y un ojo con el que saber mirar y descubrir un aspecto de la mascota irreconocible a primera vista. Crea arte a través del objetivo con un modelo muy lejos de lo establecido. "Tengo mis propios referentes como el fotógrafo de animales Tim Flach. Lo que hago es darle mi propia visión". Y poner los pasos en su propio camino.
Para conocer más sobre el trabajo de este fotógrafo asturiano, afincado en Barcelona nada como visitar su web: http://www.santosroman.com/
"...Y hay personas muy miserables teniéndolo todo porque no son sinónimos por más que nos lo quieran hacer ver" Y así Fabiola Llanos (Chile, 1973) da un mordisco a las conciencias, aburridas de mirar siempre hacía el mismo lugar, bajo el mismo prisma: la dualidad. Esto a un lado, este al otro. No. Esta fotoperiodista, experta en Comunicación Social, dice 'No'. Hay matices, miles de matices. El ser humano está lleno de matices y llevan mucho tiempo tratando de reducirnos a una dualidad. "Yo sólo he pretendido desmitificar que la pobreza no es igual a la miseria. Que el consumo o poder consumir no representa la felicidad ni la sostiene", acentúa y con ello no quiere decir que las personas que tienen carencias, que sobreviven, sean más felices o menos, sino plasmar lo absurdo de un mundo que se desmorona y retenernos en las miradas de que todo puede ser más sencillo. Para hacerlo, Fabiola ha mostrado los trozos de vida plasmados con el objetivo de su cámara durante un viaje a Guatemala; un proyecto creativo, desarrollado bajo el paraguas del organismo para el que trabaja SIDA i Societat, y que ha dado como resultado una exposición clara, diáfana, real, sin sombras ni decorados: niños que sonríen a la cámara, que se abrazan, prostitutas que bailan; miradas descarnadas, vivas, llenas de humanidad y presente. No hay nada. Lo dicen todo.
"Estas fotografías podrían haberse quedado guardadas y sin embargo aquí están. Es un sueño, un desafío personal hacer este trabajo". Un subproducto, como lo define la autora, que nació en el transcurso de la grabación de un documental filmado en Guatemala, junto a la cineasta argentina Ana Torres, autora del documental 'Si Nos Dejan' y con el que Fabiola Llanos trata de dismitificar `por segunda vez la victamización de los 'chapines' guatemaltecos.
"Cuando no se sabe lo que no se tiene no se echa de menos". Y así contundente, clara, sin adverbios ni adjetivos esta fotoperiodista resume lo que vió, lo que nos trajo y lo que se puede contemplar en La Valentina -Barrio Gótico de Barcelona- hasta el próximo 10 de abril. Por si acaso también crees que 'Nos lo están Contando Mal'.
Sin entender. Sólo viendo símbolos cruzados sobre el papel, incapaz de interpretar, me encontré con la artista japonesa Kasei Yamamoto. Inesperado encuentro. Ella, en el suelo. Yo de pie. Ella, pintando símbolos, trazos líneas con toda la fuerza interior que era capaz de mostrar. Yo, sin encontrar mi posición, lejos de alcanzar cada movimiento tenue pero eficaz.
Como observadores de excepción, un pequeño grupo de amantes de la cultura nipona, estudiosos de la lengua japonesa, entendidos... Una pequeña sala como todo abrigo y en sus paredes: 50 muestras del arte de esta minúscula mujer, de edad imprecisa: ni importa, ni determina; de gestos cortos y seguros. Yamamoto sacudía sus brazos vertiginosamente, su cuerpo entero para traer al presente milenios de historia de la caligrafía japonesa. 'Kanji', creadores de palabras, sobre el papel, en el aire. Parecía sencillo, natural pero se la veía exhausta en cada nuevo intento.
Tímida y feliz completó una performance a destiempo, desprogramada que nos dejó fuera de lugar. Cándida y prolífica. Y al final sólo es escribir. Sostenerse sobre el papel: una idea, un deseo, un pensamiento. Escribir. Y escuchar el sonido del pincel en este caso -de un lápiz en el nuestro-. Yamamoto en movimiento. Y absurda como un trazo mal dado, quedé expuesta por siempre en la imagen final. Rodeada de símbolos indescifrables aún.
"Nunca se puede escribir lo mismo otra vez, ni modificarse. 'Caligrafía' es un arte extremadamente momentáneo. Por eso el alma se queda plasmada, difuminándose a través del espacio en blanco. Ese es el encanto irresistible de la caligrafía". Kaisei Yamamoto.
Fotos: Beatriz Rodríguez. Exposicion de Caligrafía Japonesa de Kaisei Yamamoto. Galería Aragón 262.
Hay un cine que despierta. Que está despertando; que ya tuvo sus comienzos años atrás con directores lejos de los convencionalismos, críticos, que hacían 'mover conciencias'. Así se definió su estilo durante un tiempo: 'mover conciencias'. Muy propio. Olvidaron que si algo tienen las conciencias es que se nos quedan agarradas, agazapadas, expectantes... Así que espectadores en masa íbamos a disfrutar de una hora y media de visión con la conciencia puesta en algún otro lugar, bien lejos de la bolsa de palomitas por lo indigesto que resulta mezclar. Consternados, ahítos, la buscábamos a la salida -la conciencia, no las palomitas- para volver a colocarla en su posición original. Están bien. Las pelis que despiertan conciencias, que las acallan quizás, están bien. Es la dosis necesaria y justa que receta el mercado para que nos sintamos más reales y tranquilos. Implicados.
Pero he aquí que llega un señor, rudo, grande, gordo, con arrugas en el rostro, con los ojos fieros como puños o tiernos como pastos y te dice que esto no hace gracia; que trabajar como un esclavo para engordar a otros no tiene gracia; que pasarse toda la vida cargando trozos de vaca muerta en la espalda para que te prejubilen y te des cuentes que jamás tuviste tiempo de pensar en ti, no tiene ninguna gracia. A él no le hace gracia. Y se da cuenta. Y vive... sí, por fin. ¡Oh ! Depardieu. ¡oh! ese hombre que narra el nuevo cine naturalista que encarnan los directores franceses Benoit DelLépine y Gustave Kervern, que apenas necesita hablar porque llena la pantalla, porque ves lo que es sentirse en el tren de cola. Hoy. Ahora. Ya no hay clases. Claro que no. Ahora todos somos carne de cañón. Eso es lo que te vomitan en la cara DelLépine y Kervern. Con una sonrisa, eso sí. No sea que salgas más tocado de lo esperado de la salay acaben señalados con el dedo y expulsados, por aguafiestas. ¿Quiénes son ellos para perturbar nuestro sueño eterno? Pero estos dos directores se dejan las buenas maneras en casa para reflejar las miserias que se esconden debajo de la alfombra roja o la verde. Ambos están más cerca de Zola que de los hermanos Cohen.
Ahora hay un cine que refleja la dureza sin filtros. Tras las muecas de este cine está la delicadeza de ser imperfectos y de sentir que en algún lugar, en otro continente quizás, está lo que es tuyo. Y es así como Depardieu se suelta la melena rubia y se decide a ir a por ello como en el anterior largometraje de ambos directores, 'Louis Michel', fue Yolanda Moreau la encargada de subirse en un barco lleno de inmigrantes subsaharianos para ir a conocer al presidente de la multinacional que había cerrado su fábrica.
Así que Depardieu en su moto y Moreau en un barco de contrabando te dicen en la cara ¿Qué pasa? si, ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando? Señores, el naturalismo ha vuelto. Y es tan desagradable, está tan cerca, es tan nuestro, que encanta.
Barcelona viste. Viste por tradición, porque condensa tendencias, porque puede, básicamente. Barcelona te viste. Tú llegas, aterrizas en su centro y no pasa una semana sin que descubras que eso que llevabas encima y con lo que te cubrías no es ir vestida. Ropa sí, pero vestirte, no. Eso no. Vestirse es otra cosa. No vamos a hablar de diseño, vocablo sobre actuado, sobre expuesto e hiper explotado. Vamos a buscarlo... Y, el diseño de Barcelona no está allí donde uno lo ve. El diseño de Barcelona no se encuentra en las esquinas de Paseo de Gracia; ni en las luces de neón de las grandes firmas mediáticas; tampoco en los que ejercen de modernos -olas y hordas de individuos, pose cansina 'in eternum'- que encuentran en los pasos de cebra su mejor pasarela. Es difícil hallarlo en las estratégicas tiendas para uso y goce del extranjero provisional, en una alusión elitista y sui generis de un 'Bienvenido Mr. Marshall'.
No. No está en el Borne, aunque estemos habituados a oir que sí, que es allí. Como antes Gracia o como siempre Gracia. Otro hito.
El diseño, la tendencia, aquello con lo que te vistes y te desnudas y te descubres y parece que desfilas más que caminar entre Tallers y Avignon no está. No se encuentra. No se compra, al menos no al vacío. Se lleva. Se lleva en el flequillo de los cincuenta de una chica pelirroja que cada mañana coge el 41 para llegar a Plaza Cataluña; en la flamante trenza y los botines espectáculares de una diseñadora de moda que se pasea por H&M buscando lo último de Lanvin. En la discreta camiseta negra de un ilustrador internacional que pasea casi anónimo por Portal del Angel; en el goloso abrigo de rayas sin mangas de una amiga sevillana que viene a comer contigo. En definitiva, está en saberse así mismo.
Barcelona te saca lo que llevas, te sintoniza en un dial que has buscado sin éxito. Es costoso; no es fiable, tiene interferencias, pero cuando lo encuentras emite. 'Vía libre, señores' -parece decir -.
Y ves que lo ha hecho siempre. De arriba a abajo. Y que siempre han existido luces de neón y escaparates estratégicos y manos hábiles que trazaban sobre el papel ¿diseño? Y señoras de apellidos compuesto que lucían sus prendas exclusivas en un tiempo donde Mr. Marshall preparaba las maletas para venir a salvarnos. Y fábricas que echaban humo y parían telas e hilos codiciados y alabados allá donde fueran. Ves que vestirse siempre fue un arte que un día elevaron a los cielos para chocar con los techos de los salones burgueses de una ciudad rica llena de pobres y la bajaron a la tierra, para todos los mortales. Amén.
Ahora igual que ayer, los vestidos los compramos pero el diseño es nuestro.
Fotos: Exposición La Alta Costura en Cataluña. Palau Robert. Barcelona